JOAQUIN TORRES GARCIA

Joaquín Torres García nace en Montevideo en 1874. A los diecisiete años se muda con su familia a Barcelona y allí continúa su formación artística. Entre 1904 y 1905 colabora con Antonio Gaudí en los vitrales de la Sagrada Familia y de la catedral de Palma de Mallorca. Se relaciona con Eugenio D’Ors e integra el movimiento nacionalista novecentismo catalán, realizando varios encargos, entre ellos la decoración de uno de los muros del Palacio de la Generalitat, diputación de Barcelona en ese momento. En 1909 contrae matrimonio con Manolita Piña de Rubiés. Más tarde, en 1916, conoce a su compatriota Rafael Barradas, con quien expone obras vibracionistas al año siguiente y mantiene una amistad enriquecida por una fructífera correspondencia. Inmediatamente después de finalizada la Primera Guerra Mundial, Torres se traslada con su familia a Nueva York y crea una fábrica de juguetes transformables, uno de los capítulos más interesantes de su producción. Entre 1926 y 1932 vive en París, donde mantiene un interesante diálogo con los artistas del movimiento De Stijl, fundando con ellos la revista Cercle et Carré en 1930. En esta misma ciudad visita una exposición de arte precolombino y, a partir de este contacto, comienza sus primeras obras constructivas. En 1934, luego de cuarenta y tres años, Torres García regresa a Montevideo. En ese mismo año expone en la Asociación Amigos del Arte de la capital uruguaya, y el año siguiente crea la Asociación Arte Constructivo, agrupación que edita Círculo y Cuadrado, revista inspirada en su homónima francesa. En 1942 expone en la Galería Müller de Buenos Aires y en 1944 crea el Taller Torres García en la capital uruguaya. En este mismo año colabora con el grupo de arte concreto en la publicación de la revista Arturo en Buenos Aires. Entre la vasta producción de escritos del artista podemos mencionar Notes sobre arte (Barcelona, 1913), Estructura (Montevideo, 1935), Historia de mi vida (Montevideo, 1939), La ciudad sin nombre (Montevideo, 1942), Universalismo constructivo (Montevideo, 1944). Joaquín Torres García muere en 1949 en su ciudad natal

Torres García quiso encontrar el modo de crear un arte universal, que fuese correlato de la concepción de un nuevo hombre, el hombre constructivo y universal. El universalismo constructivo sienta las bases del pensamiento del artista uruguayo. A grandes rasgos, esta propuesta retoma ciertos preceptos del pensamiento metafísico y del constructivismo. El hombre –según Torres– es el cosmos universus, es decir, un “todo indivisible”, y en este sentido, el artista uruguayo entiende el arte como un puente entre el hombre y la naturaleza. A través de símbolos y recursos formales simples como líneas horizontales y verticales, figuras geométricas básicas y el uso de la sección áurea, el artista crea un lenguaje plástico de alcance universal, conjugando símbolos de todas las épocas y tradiciones: clásica, mediterránea, del Oriente Medio y precolombina. Uno de los aspectos fundamentales en la producción de este artista es el rescate, desde un planteo netamente moderno, de la raíz de las manifestaciones precolombinas, con su permanencia y geometría, como eslabón esencial en la conformación de la civilización occidental.




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